Ya había pasado por la sala central pentagonal revestida de mármol blanco, terso, iluminada por la gran cúpula de vidrio a través de la cual se perciben los edificios que se elevan alrededor y en lo alto, la visión del cielo permite conectar con los ritmos naturales.
Allí, detrás de un amplio mostrador, tan níveo como todo el resto de la sala, iluminada por luces que se esconden detrás de pliegues de la superficie, le han pedido sus datos. Sentado sobre una protuberancia del suelo, a modo de banco, ha contestado una a una todas las preguntas de la Secretaria del Centro de Certificación de la Edad. Su nombre: Conrado, su número de identificación: EXZ-2044, distancia de su vivienda al Centro: 30 minutos en coche.
En el último Congreso, hace ya diez años, se han modificado en forma universal algunos parámetros que se utilizaban desde tiempos muy antiguos de la humanidad, y que ya no responden a las necesidades de las nuevas formas de organización social y del trabajo. Las medidas lineales: el metro, el kilómetro, han dejado de tener importancia como forma de definir las distancias. Ahora, las nuevas unidades son las de tiempo: horas y minutos referidas a recorrido a pie o en coche.
Una vez que ha contestado las preguntas básicas, Conrado pasa a la zona que está detrás del mostrador y su silueta se ve como una sombra moviéndose tras un laberinto de mamparas que lo van introduciendo en la primera sala, la gran cámara roja con dibujos en las paredes que evocan figuras mitológicas de la antigua China. Un enorme cartel en lo alto anuncia: Prueba de la emoción. Avanza, y se acerca a uno de los asientos donde aparece claramente indicado en la parte de atrás del respaldo, como cartel luminoso, su número de identificación.
Está preocupado, ha descansado todo el día anterior para poder superar esta prueba. Se sienta en el sillón, se ata y se coloca los grandes anteojos que lo sumergen en una habitación en penumbra donde la sombra de una mujer en las paredes, ondulando al son de una música oriental, preanuncia futuros placeres. En ese instante se activan los sensores que van a medir su temperatura, la sudoración, la velocidad de los latidos, su capacidad de erección… Allí puede estar todo lo que quiera, es él el que define la aventura, el que se puede implicar más o menos, prolongar o acelerar el final…Conrado no tiene idea del tiempo, se sumerge en sus sensaciones, siente la piel en sus manos, la boca en sus labios, ve su sombra enlazada a la otra sombra, ve una sola sombra de cuatro brazos y sigue, y sigue, hasta que exhausto, deja caer su cabeza sobre el pecho y se quita bruscamente los anteojos.
Cuando da por terminada esta prueba, Conrado tiene todavía que superar dos más. Se levanta, sigue las señales que lo llevan hasta una puerta que se abre a su paso y se encuentra en un umbrío jardín interior, con plantas, colores y perfumes reales, que le permiten conectar con su ser interior. Lo traspasa y penetra en una cámara totalmente recubierta por un tapiz verde amarillento donde tendrá que superar la Prueba de Adaptación Social.
Se sienta, otra vez brillando su número de identificación en la parte de atrás del respaldo del asiento, y se adapta los grandes anteojos. Nuevamente, los sensores se activan, van a medir el ritmo cardíaco, el tono de su voz, los rictus de los ojos y de la boca, la tensión de los músculos… Se encuentra en un lugar de trabajo en el que tiene que cumplir un rol que desconoce. Allí lo abordan algunos seres amables, otros agresivos, algunos que hablan un idioma que no comprende, otros que hacen gestos rituales de los que no sabe el significado.
Está sentado en un escritorio lleno de papeles y se le acercan personas que vociferan en un idioma extraño. Mira los documentos que tiene delante, tratando de comprende qué representan. Intenta hacer gestos amistosos para calmar a los que protestan y logra sonreír, mostrar una expresión conciliadora, amable. No debe perder ese empleo, en eso reside la prueba, en su capacidad de lograr, en el tiempo que dura, la aceptación de los demás. Pero no alcanza con eso, debe también descubrir el significado de las figuras geométricas dibujadas en las hojas que hay sobre la mesa.
Parece que las sonrisas han calmado a los seres indignados que lo rodean y Conrado puede mirar más tranquilo los signos. En un momento dado cree reconocer en las rayas aparentemente aleatorias las mamparas que había encontrado en su camino hacia la primera sala. ¿ Y si eso fuera un plano?
Esta vez el plazo está dado, en ese momento la prueba termina y vuelve a encontrarse nuevamente solo, sentado en el sillón, en la sala verde.
Se levanta, se encamina hacia la salida, y avanza a través de un jardín, donde un arroyo de agua cristalina serpentea a lo largo de los surcos trazados en el suelo de mármol.
Ahora, sólo resta cumplir con la última prueba del día: la capacidad de Adaptación Cognitiva.
Conrado entra en una tercera sala, similar a las anteriores, de color azul. Se vuelve a sentar en un sillón en cuyo respaldo brilla su número y al ponerse los anteojos, se activan los aparatos que miden la actividad cerebral, el movimiento de sus ojos, la respiración, el ritmo cardíaco, mientras se enfrenta a una prueba de capacidad de aprendizaje.
Tendrá que asimilar una teoría que no conoce y luego inventar un elemento que la pruebe. Le hablan de superficies de una dimensión, de dos dimensiones, de tres, de cuatro…y le piden que cree una cinta tal, que una hormiga pueda caminar a lo largo de ella, recorriendo sus dos caras. Siente en su mano el material, el frío del metal, brillante y maleable, y las hormigas mecánicas recorriendo sus dedos.
Por más que lo intenta, no logra crear nada más que un anillo por el que la hormiga puede avanzar indefinidamente, pero no puede pasar para el otro lado. Quiere romper todo, tirar a lo lejos las hormigas. Trata de calmarse, mira atentamente la cinta, pero no puede conseguirlo…
Conrado termina y sale del Centro, temiendo que lo degraden y no poder seguir con su trabajo en la empresa. Está listo para emprender su viaje de treinta minutos en coche, mientras piensa que todavía le falta lo peor, la Prueba de Plasticidad de los Enlaces Inter.-neuronales. Tendrá que meter la cabeza en un tubo, y allí medirán, mediante impulsos eléctricos, la capacidad de plasticidad de los enlaces, que es la cualidad física que permite verificar en forma directa, lo que se había medido en base a sus respuestas.
De estos resultados depende Conrado para definir su ubicación en la sociedad. Es el nuevo concepto que caracteriza a las personas. Ya no preocupa la edad, sino el rendimiento. Ya no se mide el tiempo transcurrido desde el nacimiento, eso no importa. Lo que importan son las cualidades, las capacidades de enfrentarse a nuevas técnicas, a nuevos incentivos sociales, al intercambio afectivo…
Y cuando determinen qué trabajo puede hacer y dónde deberá hacerlo, no podrá seguir viviendo en su misma casa. Tendrá que mudarse a la distancia-tiempo admitida por el Consejo, con un afán de controlar el rendimiento de la jornada y de minimizar los gastos de combustible en este momento en que se van acabando las reservas.
23/03/2003 / 10/03/2005