5 de Enero

Hace unos momentos estuve viendo por TV un reportaje por los treinta años, en Argentina. Creo que la televisión y la conexión vía Internet ha cambiado totalmente la situación afectiva y emocional de los emigrados. Los que se fueron, nuestros padres, nuestros abuelos, perdían la conexión totalmente. Estaban en otro lugar, podían tener a veces recuerdos, quizás alguna vez hasta añoranzas, pero era de algo que había desaparecido de sus vidas. Quizás soñaban con volver alguna vez, como mi padre, que al final de su vida quería volver a su pueblo natal de visita. Una peregrinación a sus fuentes. Pero ahora es distinto. Uno puede estar acá y allá al mismo tiempo. Ver en la TV las calles, los personajes, las manifestaciones, el sufrimiento, o penetrar en la puerta de la computadora y estar con el amigo, con la amiga, con la prima, con el sobrino, alguna vez hasta verlos a través de la cámara o hasta oir su voz por el micrófono, aunque es lo mismo, el diálogo escrito es tangible, como la imagen, como el sonido. Como si el corazón, aquél que en Julio de 2002 canté como el mismo que perdí no sólo no se hubiera perdido sino que se estirara a través de estas pantallas y estuviera en esos momentos en los dos lados. Extraña situación la de esta época, la de un alma que se escapa en algunos momentos por este hueco del espacio, esta supercuerda de la comunicación. Me pregunto si se escapa o si se estira, apoya sus pies en esta tierra y se expande por la otra desde acá.

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