4 de Noviembre

Quizás seamos como pequeños universos, con sus propias galaxias y sus agujeros negros. Unos se comen a otras y a veces nacen nuevas: un mundo en perpetuo movimiento. Eso estoy pensando mientras siento cómo cantan los pájaros, o más bien, como protestan las gaviotas por sobre mi casa, invadiendo la ciudad para comer en los contenedores del mercado, porque quizás ya no hay peces cerca de las rocas…
Nunca antes me imaginé tanto a la gente como un elemento más de la galaxia, del universo, no tanto en su forma física, tal como la vemos, sino imaginándola como si la miráramos por una gran lupa, o por un microscopio, y viéramos toda la complejidad de la sangre fluyendo, el corazón latiendo, los pulmones que se contraen y se expanden, el vacío infinito entre las células, como si fuera la propia tierra con sus mares, sus tifones, los volcanes escupiendo piedras y fuego…
Saliendo del agotamiento de estos últimos viajes, una semana después, siento que mi vista, como noté en mi madre cuando sale de sus momentos de senilidad ( cuesta decir el verdadero nombre de ese fenómeno de desgaste del cerebro) y uno ve sus ojos ajustándose a la realidad, como saliendo de la vorágine de un agujero negro, que en su caso es el pasado, y asomándose a la ventana de la vida, siento que mi vista, digo, se posa en lo que me rodea y puedo ver, por fin, con nitidez los perfiles.
Quizás fue Cortázar el que me dio la mano para saltar los últimos peldaños, fue muy fuerte el impacto, al escuchar anoche aquella antigua entrevista de la televisión española, quien me sacó del agujero negro del cansancio supremo y me volvió, como el príncipe a la bella durmiente, a conectar con la vida, tal la fuerza de sus palabras y de su gesto.
Hoy tengo que ir a Santiago, a las Jornadas de siempre de Noviembre y después que terminen, mañana, a Poboa do Caramiñal, uno de esos pequeños núcleos rurales como lagunas en medio de la fiebre de la construcción que asola también a esta parte del mundo que cuando vine encontré tan verde que pensé que era el paraíso terrenal del que hablaba el antiguo testamento… Y vamos a ver, con unos clientes, cómo funciona una galería, un cuerpo saliente de vidrio que emerge de una vivienda de piedra, para poder hacerlo también en una nueva, en otro lugar así, otra laguna rural, la de As Neves, donde todavía, en medio de árboles frondosos y con una vista de huertas hasta el horizonte, quedaron unos muros de piedra que serán los de la nueva vivienda. Y tenemos el privilegio de poder enlazar en la obra el pasado y el presente, como si pudiéramos dar un soplo de vida a ese viejo esqueleto…y donde correrá por las estancias una niña china traída a estas tierras, como tantas otras, como hija adoptiva. Campo y ciudad, pasado y presente, este y oeste, van a confluir en el corazón de la sala de estar, que recibirá a través de un gran hueco en la planta alta y un lucernario en el techo los rayos del sol en invierno.

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