Un mes- Ayer fue exactamente un mes- El tiempo vital, el tiempo psicológico que el avión hace en catorce horas. Es como cuando frena un colectivo y te vas para adelante, o cuando acelera y te vas para atrás. El tiempo vital es el nuestro, lo otro es el tiempo de la máquina. Pero nos obligamos a vivir el tiempo que no nos corresponde. Es como si el bienestar dependiera de los tiempos naturales. Podemos tomar remedios, pero hasta que pase una semana nos sentiremos mal con la gripe, como si fuera el proceso natural, el de una semana de descanso y en la cama.
El limbo, aparece así tan necesario como concepto. Cómo se puede pasar de la vida a la muerte de golpe, cerrando los ojos, y ¡zás! estás del otro lado. Es como que el limbo es una necesidad más que religiosa, filosófica, el tiempo de transición entre dos estados. Cierto que podemos no tenerlo después sino antes, o no tenerlo, y morir en un instante…
Y entonces mi cuerpo me pidió salir a sentir el viento y ver el mar y ayer, el primer día y hoy, domingo el segundo, una larga caminata por el Paseo Marítimo. Una hora y media de viento dándome en la cara y sintiendo como el silbido apaciguaba el quejarse de las olas al arañar la arena, o de la arena cuando las olas la arañan. Y me sentí parte de este mar y de esta costa, metida en el viento, mirando las olas y las leguas de tierra que como dedos se adentran en el mar, más largas cuánto más alejadas por la magia de la geometría de la costa. Y esas lenguas de montes verdes dan ternura al paisaje fuerte del agua con su azul grisáceo matizado por la espuma blanca.
14 de Noviembre
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