Viernes 19 hs. – Viernes de lluvia. Viamonte entre Florida y San Martín, pleno centro de Buenos Aires. Traspasás las grandes puertas de vidrio y te sentís engullido por el monstruoso Consumo. Morbosos dorados, enormes cristales tras los que se ofrecen infinitas mercancías, gentes ávidas, caras que se transforman. Los seres humanos convertidos en presas de caza, ríos de gente en los pasillos, un climax ávido y voluptuoso. Resulta insultante y exagerado, la quintaesencia del Buenos Aires, ya no el de las luces sino el de las candilejas, escala gigantesca, tamaño descomunal de los espacios. Los frescos en la bóveda que en un tiempo fueron el centro de una galería que unía las cuatro calles, quedan como un detalle sin importancia, mutilado, frente a esta nueva galería ahora amplificada. Arriba: el Centro Borges, enorme sala totalmente enmoquetada, suelo y paredes, pequeñas divisiones que forman stands, supermercado del arte. Te sentís en Nueva York, o quizás en Los Ángeles. Y te encontrás con el stand de la exposición solidaria: pinturas y esculturas que muestran la otra cara, la miseria, el abandono, la desgracia. Y uno se pregunta: y esto, sirve para algo?, o es simplemente interpretación morbosa, forma enmascarada de lavarse las manos?
Sábado 15 horas – Sábado con intermitentes lluvias. Cielo donde de a ratos asoma, tímidamente, el sol. Después de comer, vamos a dar una vuelta en auto. Es un mal día , pero un artículo en la Nación me despertó la curiosidad de conocer negocios y lugares con venta de productos de segunda mano. Nos vamos al Parque Rivadavia y de paso, a rememorar mis tiempos del Liceo 2, en José María Moreno y Rivadavia. Vamos a ver el ambiente, a ver si , a pesar del clima, pasa algo. Hay sensación de color, gente que camina, que se arremolina frente a los escasos puestos. Venden planchas de hierro, una canilla que parece que sólo puede servir para una obra de teatro, muñequitos de plástico, cuchillos, botellas, lámparas… También tengo esto mismo a la vuelta de mi casa, pero mucho más chico, contra la fachada del mercado, los domingos, cuando está cerrado. Siempre me pregunto a quién puede servirle algo.
La zona de venta de libros y revistas usadas es cálida, cubierta con plásticos traslúcidos que tamizan la luz entre los puestos, un espacio que es como el pasillo de una casa, estrecho, acogedor, te permite mirar a los dos lados, como calle medieval, se bifurca, forma como pequeñas piazzas. Es realmente un lugar especial, es la luz, es la escala, es la gente hojeando tranquila, es las pequeñas salidas que tiene hacia el parque…
Me voy, no sin antes llevarme algo de un puesto que cubría sus tesoros para evitar la lluvia que no dejaba de volver de a ratos. También me llevé algo de la galería el día anterior, como para coagular esas impresiones, tenerlas delante de mis ojos cada vez que mire lo que me he llevado. Y me voy con la duda. Ésto, lo del parque, lo de todos los parques, es el reino de la necesidad, o es, simplemente, el mismo vicio más barato?
Domingo 10 de Noviembre, 2002- Escribo esta postal en la puerta de embarque esperando el vuelo a Madrid. Qué me llevo? En mi corazón, Buenos Aires, y en la valija, el corazón de Buenos Aires, los tangos…
P.d.
Miércoles 13 de Noviembre. – Otra vez estoy en casa, sintiendo el viento que arrecia, otra vez entre el granito de las calles y el de las fachadas, otra vez al lado del mar con las gaviotas, otra vez estoy sumida en el trabajo, otra vez mi ordenador me abre las puertas del ciberespacio… y mientras tanto, por qué no, de vez en cuando, escucho los tangos… y de vez en cuando también, sigo pensando, cómo en medio de ese agujero negro que se agranda, hay tanta gente llena de vitalidad y de entusiasmo, tantos que viven sus quimeras, tantos que tienen sus sueños y siguen produciendo pase lo que pase. Y también tantos que conviven con el mundo de las sombras, con cierto temor, pero sin asco, como respetando al que le pasa, al que duerme envuelto en un cartón a su lado… Y me pregunto, hasta cuándo?
15 de junio, 2003
VIVENCIAS III
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