Una figura de hombre camina lentamente hacia la roja señal que, sobre una plataforma y coronando un alto cilindro, indica la entrada al puerto. Mueve las piernas lánguida y rítmicamente al compás de su música interior. Como si la tuviera impresa en el cerebro, siente esa canción que parece haber sido creada para ella.

La noche se perdió en tu pelo / la luna, se aferró a tu piel / y el mar se sintió celoso / y quiso en tus ojos, estar él también /

Recuerda sus manos ávidas acariciándole los negros cabellos; la piel nívea, tersa y suave, que dibujaba sensuales curvas sobre la cama; aquellos ojos azules que lo miraban, brillando, en la oscuridad.

Tu boca…sensual peligrosa / Tus manos, la dulzura son / tu aliento, fatal fuego lento / que quema mis ansias y mi corazón /

Y sigue caminando por el muelle, hacia el lugar secreto de sus encuentros, con la inquietud, el temor, la seguridad, de verla allí en otros brazos. Aprieta la mano derecha dentro del bolsillo amplio de su cazadora de cuero y avanza, decidido, hacia la punta.

Ternuras que sin prisa apuras / Caricias que brindan amor/ Capricho, muy despacio dicho / entre la penumbra de un sol interior /

Al emerger de la curva escalera, los ve al amparo de las sombras, tomados de la mano, sus labios aproximándose lentamente.

Te quiero, y ya nada importa / la vida lo ha dictado así / Si quieres, yo te doy el mundo / Pero no me pidas que no te ame así /

Entonces se oyen, nítidos, los cinco disparos. La mujer cae al suelo, en medio de un charco de sangre. Inmediatamente, se oye otro tiro. Se lo ha dado en la boca, en esa boca que tanto anhelaba sus besos; y, ya sin vida, cae al instante.

Epílogo

Una mujer rubia, de tez morena, murió acribillada anoche, en el dique de abrigo. Su novio, que la acompañaba, sufrió heridas de pronóstico reservado. El agresor se suicidó. Hasta el momento, no se ha podido encontrar ninguna relación entre ellos. La brigada de homicidios sigue investigando el caso.

24 / 04 / 2003