La literatura y yo (Recuerdo)

Entro a la austera sala con sus sillas de madera, como un patio de vecindad, cerrado, techado y repleto de gente esperando. Nos sentamos, mi papá , mi mamá y yo, en una de las filas del centro. Se oye un murmullo fuerte de gentes hablando, riendo , saludándose. Con mis ocho años, siento que es una ceremonia importante. Esto no es un teatro, ni una escuela. Es el salón de reuniones de un sindicato.
De pronto, entran una serie de personajes al escenario, varios hombres y una mujer ,sentada en su silla de ruedas.
Aparece un hombre alto, de unos cuarenta y tantos años, buen mozo, de hermosa voz, es Alejandro Casona, que inaugura el acto e irá presentando a los distintos personajes que están sobre el escenario. Cada uno de ellos recitará sus poesías. Algunos son españoles en el exilio, algunos vienen de México, otros están en Argentina y uno que no es español, negro enorme, con cara de trompetista de jazz, vino desde Cuba. Así como otro, chileno, de su patria.
Escucho, impresionada, sus nombres, Rafael Alberti, María Rosa Oliver, que se desplaza por el escenario con su silla de ruedas, León Felipe, Pablo Neruda, Nicolás Guillén. …Cuando suena cada nombre, resuenan los aplausos de la sala. Hay una emoción que impregna el ambiente. Estoy rodeada de humos y olores a pipa , a cigarrillo y a perfume …
Escucho, más o menos entretenida, el sonido de las voces. Es expresivo, al final de cada poesía se oyen los aplausos…
Este hombre grande, que llena con su presencia el escenario nos recita estos versos dedicados a España.

«Generales
traidores
mirad mi casa muerta
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.»

España, España es el tema de toda la velada. Poetas que ya no están allí, pero la aman, vibran con su sufrimiento, están exilados. Y éste que fue cónsul de Chile en Madrid, y colaboró con los republicanos…

Cuando nombran al próximo poeta me distraigo. Miro y lo veo, a la izquierda del escenario, bajo, de pie, impresionando con su barba y bigotes blancos, con su libro en la mano dispuesto a recitar, leyendo, sus poesías. Se escucha un enorme aplauso , y en cuanto se acalla ese alboroto, se escucha una potente voz, muy especial, ronca, que inunda la sala con su fuerza. Como si fuera un ejército de palabras. Siento la fuerza dentro mío, me emociona, lo miro embelesada. Oigo sus palabras,: Ganarás la luz, dijo al empezar, y me sonó a versículo bíblico, a sermón dominical, dicho de esa manera, como un mensaje divino…
Y nos grita , gesticulando :
«¿Soy yo el Jonás español? ¿Seré yo el recién nacido? ¿El que acaba de dejar las entrañas? Por eso he dicho que tal vez me llame Jonás. Y que acaso este libro es la aventura de Jonás: la noche oscura, su estancia en la ballena, la vida del hombre en el infierno».
…………………………………………………………
«Abro la puerta roja de mi pecho para dar de beber a las estrellas, y la sangre mía que se llevan es la savia por donde voy ascendiendo al elevado reino de la luz». …
………………………………………………………….
Y luego de un atronador aplauso continúa:

Y creo
que en el cáliz y en la hostia
hoy no hay más que babas,
babas de Pedro,
babas de arzobispos,
de obispos, de canónigos
y clérigos.
Yo no puedo dejar de mirarlo, estoy hipnotizada…
Cuando termina, la sala explota en estruendoso aplauso.
Y por fin se cierra la jornada, el gran negro se para firme, con las dos piernas algo separadas y nos canta, porque así suena su poesía, su Canto negro :
¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.

Mamatomba,
serembe cuserembá.
El negro canta y se ajuma,
el negro se ajuma y canta,
el negro canta y se va.
Acuememe serembó,
Ae;
yambó;
ae.
Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba;
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!

Esta vez soy yo la que aplaudo entusismada; me levanto, para verlo mejor.

Y por fin, se cierra el acto, todos aplaudimos a rabiar, la gente está excitada. Poco a poco, nos vamos levantando y, entre saludos y comentarios, vamos saliendo de la sala.
………………………………………………………………………………………….

Han pasado muchos años, una vida entera, y todavía suenan en mi interior las dos voces mágicas, la de León Felipe, como un león rugiendo en la selva y la de Nicolás Guillén que retumba como los tambores…¡yamba, yambó, yambambé ¡

28 / 03 / 2003

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