No hace todavía un mes que me sentía parte de las piedras, que pedaleaba por el dique de abrigo acompañada de las gaviotas, que escuchaba el ronroneo de las suaves olas sobre la playa o que admiraba la capa dorada que , al salir el sol, recubría como un manto la Torre de Hércules. Hace sólo un mes que me dejaba acariciar por la brisa , tirada en la playa, o me sumergía en las frías aguas. Era parte del sol, de la bruma, del paisaje. Tenía mi sitio en la ciudad, tenía amigos, compañeros, estudiantes…Y me sentía feliz.
Pero tomé el avión y como en aquélla película donde, a mitad de camino, el capitán del barco daba vuelta la foto y eran otros rostros los que sonreían desde el marco, mi corazón comenzó a virar…
Y aquí estoy, caminando por estas otras calles, amando la luz, los árboles, sorbiendo la energía, gozando los trayectos en colectivo, reviviendo antiguos pasares. O excitándome con el clima de la Facultad, los alumnos en el hall, los enormes carteles colgando: el que pervive desde el 87 con la lista de desaparecidos, los que plantean reivindicaciones, los que anuncian cursos, los que tienen consignas electorales, todos enormes, como si de murales de Diego Rivera se tratara. Y cientos de pequeños carteles anunciando congresos, cursos, jornadas… Una especie de ciudad en ebullición, con sus librerías, sus bares en cada planta… Dialogando, mano a mano, con Milán, con Nueva York , post-grados punteros, gente trabajando con entusiasmo por casi nada y mi cerebro que reconoce esa droga y se entrega a su encanto…
21 de octubre de 2002
VIVENCIAS II
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