El pájaro herido zapatea sobre la arena húmeda cantando un himno al sol, pero tiembla al recordar los versos prohibidos; en cambio, los cangrejos saltarines danzan alrededor del reflejo de la luna en el charco humeante de color carmín. Allí suenan los tambores, danzan los violines, planean las flautas, se esconde la melodía y los duendes se alinean esperando la salida del sol. En ese momento vuelan las torcazas y, huyendo del viento que gime desde el sur, planean sobre los campos ateridos de frío donde las lechuzas bífidas hacen centellear sus ojos para mandar mensajes de guerra a las tribus vecinas.
Cuando comienza el combate, los arácnidos levantan sus patas traseras, las víboras se elevan y vuelan por el campo haciendo sonar las trompetas, los duendes sacan sus espadas, y avanzan hacia el centro de la tierra. Todo está preparado para la fiesta.
5 / 08 / 2002