Celos

Golpee brevemente los nudillos sobre la puerta del despacho y con la otra mano giré el pomo y la abrí ,asomando mi cabeza y saludando antes de entrar.
Mi marido estaba sentado en su amplio escritorio de caoba, con una gran ventana detrás desde la que se veía medio Manhattan. A un costado, sentada con las piernas ostentosamente cruzadas, su secretaria tomaba notas.

Una ola de indignación me invadió. Siempre sentía lo mismo. Siempre estaba allí, sentada, a su lado. Diez, doce horas por día, siempre suave, siempre atenta, siempre servicial. Y siempre correctamente sentada a prudencial distancia. «¿Es que nunca podré cogerla in fraganti?» me preguntaba.
El tema me obsesionaba, no dejaba de imaginarlos juntos, abrazados en la cama. Y sin embargo, no tenía ninguna prueba, nada objetivo que pudiera reprocharles.
Comencé a pensar una estrategia, a analizar cómo podían prever mi llegada y mantenerse distantes. Me convertí en una especie de detective queriendo cazar mi presa. Después de mucho pensar, supuse que o la telefonista o el portero, que controlaban la entrada, le avisaban al verme pasar.
Se me ocurrió que tenía que entrar al edificio sin que nadie me viera. Por el garaje era imposible, sin tarjeta no se podía pasar, no podía meterme cuando entraba un coche porque me verían con toda seguridad y todo el mundo se enteraría. No quería llamar a un detective, me daba vergüenza. No podía quedar encerrada en un baño, alguien me vería y las habladurías durarían un año.
Decidí recurrir a un amigo, alguien en quien confiar, y llamé a mi hermano Gerardo. El portero no lo conocía, pero su aire de ejecutivo haría que no le preguntara nada.

» Tienes que acompañarme a la oficina de Juan Pablo», le dije, » voy a disfrazarme para llegar de improviso, es importante que lo haga, quiero ver qué pasa cuando nadie sabe que voy a entrar.» Mi hermano me contestó que mi obsesión, de la que ya habíamos hablado, iba a matarme, pero que me acompañaría, si con eso lograba aclarar las cosas y vivir en forma normal. Quedamos para el jueves siguiente. Yo me puse mi peluca morena, me cambiaba mucho la expresión de la cara, me pinté los ojos con tonos marrones que nunca usaba, dejé los labios naturales y me puse unos anteojos de sol de mi hija Susana, de esos con forma redonda y montura de color que estaban de moda. Me vestí con un traje discreto, y salí en busca de mi hermano.
Fuimos en su coche, lo dejamos aparcado cerca del edificio y llegamos caminando del brazo. «Vamos al piso 14″, dijo mi hermano al entrar» y pasamos sin permitir que dudara.
En el piso 14 nos bajamos y fuI directamente al baño de la planta. Tuve suerte, a esa hora no había nadie. Me quité la peluca y las gafas y me pinté los labios con la barra de siempre. La pintura de los ojos no era la habitual, pero iba bien con el traje. Arreglé mi melena rubia, metí todo en mi bolso y salí nuevamente al pasillo donde me esperaba Gerardo. Juntos bajamos por la escalera hasta el piso 12, al despacho de Juan Pablo.

Entramos a la zona de Dirección, sentí que la secretaria me miraba azorada. Creí ver inquietud en su cara. » Voy a ver a mi marido» le dije y seguí caminando sin dudar hacia la puerta del despacho, con Gerardo detrás siguiéndome los pasos.» Espere», me dijo, «creo que está despachando, está preparando una vista para esta tarde.»
Pero yo seguí adelante como si no hubiera escuchado nada, como si ella no hubiera estado allí. Y antes de que pudiera agarrar el teléfono para avisar que entraba, ya estaba yo en la puerta del despacho. Estaba preparada para la escena, ella bien arrimada a su lado, él acariciando sus caderas y sus piernas, sus labios besándose…
Con mi hermano detrás, algo molesto por haberme hecho caso, cogí el pomo de la puerta, golpee muy suavemente sobre ella con los nudillos y sin dar tiempo a nada, la abrí y asomé mi cabeza.
» Hola querido», le dije, «vengo a darte una sorpresa, acaba de llegar Gerardo».Mis ojos recorrieron en un instante la escena. Juan Pablo estaba sentado en su enorme escritorio lleno de papeles y a un costado, en el asiento de siempre, con sus piernas ostentosamente cruzadas, su secretaria…

5 / 07 / 2002

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