Este mes se realizan unas jornadas por cuarto o quinto año, a las que no quiero ni puedo faltar. Como siempre, las conferencias son en la pequeña sala del COAG en la Plaza de la Quintana. Cada vez que voy por allí pienso que es el espacio más hermoso del mundo. De un lado la Casa de la Conga, donde estamos, con sus anchos soportales. Enfrente, la alta escalinata, siempre cuajada de gente joven sentada algunas veces tocando la guitarra, aprovechando el sol que calienta las gradas. Detrás de la escalinata, la casa de la Parra. A un lado, el gran paredón del antiguo convento de clausura con sus pequeñas ventanas con rejas y al otro la masa compleja , con un paisaje muy rico en sus tejados, de la Catedral de Santiago y en uno de los ángulos, bajando desde el atrio de la puerta románica, se ve la plaza de las platerías con su rosario de pequeños negocios imbricados en la propia masa de la catedral.
Las conferencias son muy interesantes pero , como siempre, lo mejor son las charlas posteriores con los conferenciantes alrededor de la mesa del restaurante donde voy invitada por el organizador de las jornadas.
Queda muy cerca, vamos caminando ya de noche el viernes y a mediodía el sábado, por la Rua Nova, esa calle algo sinuosa y con soportales que la invaden en forma irregular, dándole una particular riqueza espacial. En Santiago la piedra te envuelve totalmente y da a las calles y a la luz un carácter muy especial, las masas no son claras y es como si todo tuviera más gravedad. Además, tiene ese sonido que generan las pisadas sobre el grueso enlosado que tiene resonancias que siempre te hacen sentir que eso tiene un sentido de eternidad.
Llegamos al restaurante, es un lugar muy acogedor, tiene sus muros laterales con la piedra vista, esa nueva locura aquí en Santiago. Por suerte al interior no es tan grave, pero fuera han quitado en algunos lados los revoques para dejar la piedra a la vista como un turrón de Navidad. En paredes que siempre había sido revocad , de modo que sólo las piezas de alrededor de las puertas y las ventanas quedaban a la vista, o las grandes mansiones construidas todas con sillares. Pero la mampostería de piedra con sus juntas de cal y barro , esas fueron siempre revocadas para que la lluvia no lave las juntas y el viento no pase con tanta fuerza. Pero como siempre, todo se imita mal y la mampostería quiere tener su prestigio, al igual que los sillares.
Entramos al restaurante, debo reconocer que a mí también, a pesar de lo que digo, me gusta el color y la textura de la piedra y el barro que dan un ambiente especial a la sala.
Los techos tienen una lona cuyas pequeñas ondas colgantes forman como canales longitudinales.
Al entrar se siente un ligero olor, no sé si a comida o humedad que no condice con el nivel de la casa. Siempre estoy por comentarlo, al fin esta vez me he decidido, pero el problema es tan complejo que decidí olvidarlo. Luego pasamos a la zona de las mesas, amplias y bien trajeadas y allí, seguramente por las rejillas de aire acondicionado que forman una fila en el centro del local a todo lo largo, desaparece ese efecto y uno se siente confortable.
La comida, una delicia. Las entrantes se paladean con la mirada, hay que pensar en exuberantes gambas envueltas en salmón ahumado entre otras. En Galicia, sobretodo, la comida es una institución, para organismos y empresas, ahí se resuelve todo y son muy largas Siempre pienso que con lo que se gasta se podría resolver muchas cosas, aún en España. Pero esa es la cultura, vamos a aprovecharla. El color en las fuentes es una pintura y el gusto mejor no hablarlo, se te hace agua a la boca . Después de estas menudencias sutiles, bien acompañadas de pan de bolla y un vinito blanco, se come según se quiera , en general pescado. Por la noche, para no reventar, pedí sólo sopa de pescado que venía con almejas y el vapor que salía del plato tenía un perfume aún más exquisito que luego, al tragarlo.
Pero no todo es comer. En general somos cuatro o cinco y la conversación se anima a cada mordisco y cada sorbo que tragas. Recuerdos de viajes, comentarios, promesas y proyectos para el futuro, política, sociología, lo que cuadre…..
El restaurante es especial para conversar, quizás sean por las lonas, casi no se oye ningún ruido a pesar de que nadie para de hablar. Se crea una suerte de microclima, un área de intimidad que te invita a quedar mucho tiempo de sobremesa y te incita a conversar.
La noche del viernes, como terminamos tan tarde me quedo a dormir en un hotel, merecido premio por colaborar desde el primer año en toda esta historia. No sé por qué me gusta tanto dormir en hotel. Será porque te llaman por la mañana, te das un buen baño y cuando bajas ya está el desayuno y sólo te tienes que sentar. Será por eso que me gusta, no te preocupas por nada.
Vuelvo el sábado por la tarde . Viajo en el ómnibus que tarda algo menos de una hora y puedo dormir en vez de tener que manejar. Es un descanso que viene muy bien ya que el viernes tengo que empezar muy temprano a la mañana y también ando corriendo casi toda la semana.
A la ida me llevan en coche unos estudiantes que también van a las jornadas . La verdad es que lo que más me cansa es toda esta historia social y llego a mi casa agotada. Cuando me quiero acordar, sólo me queda el domingo y recomienza la semana.
Por suerte, sólo me quedan dos fines de semana para terminar.
03 / 11 / 2001