Penetró en aquel espacio misterioso y cálido. Las paredes eran curvas cual un útero materno. Los rayos de luz jugueteaban formando dibujos por todos los paramentos.
El aire estaba saturado de perfume de incienso y una guitarra rasgaba sus lamentos.
Reclinada sobre los cojines que se amoldaban a la curvatura del suelo, cerró los ojos sintiendo el punzante vacío en las curvas de su cuerpo.
21 de agosto de 2001