La luz de la vela proyectaba sus cuerpos como una imagen aumentada y deformada sobre las paredes de la habitación, multiplicándola en la penumbra. Al acercarse, sus sombras también se acercaban y entrecruzaban como bailando al compás de una danza sensual.
Pero él ya no las veía, ya sólo la veía a ella. Y luego ni siquiera la veía, sólo sentía su piel sobre su piel y más tarde tampoco eso, sólo su cuerpo apretado contra su cuerpo.
Y la vela que se consumía hacía cada vez más tenues las sombras que ya nadie miraba.
La profunda oscuridad los envolvió con fuerza y la llama que estaba casi extinguida saltó sobre esos dos cuerpos, que en su estrecho abrazo ya casi no se sentían y los convirtió en una pura explosión de energía.
20 de julio 2001